La niñera no sabía que la estaban grabando: la dueña no podía creer lo que vio

Sonreía con más facilidad. Se reía de las pequeñas cosas. Comentaba con más frecuencia lo «perfecto» que estaba el café. Era un pequeño detalle, pero Rosa siempre respondía con un suave gracias y una mirada que se prolongaba demasiado.

Una vez, Clara entró justo cuando Marc le daba a Rosa la botella de Leo. Sus manos se rozaron. Se rieron. Rosa dijo algo que Clara no pudo oír, y Marc sonrió como si estuviera participando en una broma. El momento se rompió en cuanto vieron a Clara: Marc carraspeó y Rosa dio un paso atrás. Ninguno de los dos dijo nada. Pero para Clara, aquel silencio lo decía todo.