Lucas, cansado de ser invisible a la vista de todos, recogió su camioneta y caminó descalzo por el pasillo. No se despidió, nunca lo hacía. Conocía el procedimiento. Jugaría un rato con Lucy y volvería cuando terminaran los gritos, como siempre.
No sabía que este jueves sería diferente. Que una tranquila decisión -seguir a un amigo por la pasarela- se convertiría en una pesadilla que duraría décadas. Un momento tan pequeño que apenas tuvo importancia. Y, sin embargo, perseguiría a los Harrigans por el resto de sus vidas…….