Una noche lo encontró en el salón, solo, con la luz de la chimenea iluminándole la cara. «¿Estás bien, cariño?», le preguntó, sentándose a su lado con suavidad. «Últimamente pareces… distante. No eres el de siempre» Su voz era suave, llena de genuina preocupación. Lucas dudó, pero decidió compartir.
No la miró mientras hablaba. Con los ojos fijos en el suelo, relató el momento de Disneylandia. La pasarela. El ruido. Los destellos abrasadores. «Fue como si mi cabeza no fuera mía durante un segundo», dijo en voz baja. «Se sintió como… como algo que había olvidado. O enterrado»