Un hombre alto, con chaqueta desgastada y corbata sencilla, dio un paso al frente. Mediados de los cuarenta, canas en las sienes, ojos penetrantes. Un detective. «Déjeme hablar con ella» La condujo en silencio a su despacho y cerró la puerta. «Soy el detective Langford», dijo, acercando una silla.
«Cuéntemelo todo. Y tómate tu tiempo». Le tendió un pañuelo de papel. Por primera vez aquella mañana, parecía que alguien estaba escuchando. «Empieza por el principio», dijo. «Cuéntamelo todo. Lo investigaré. Pero necesito todos los detalles que tengas»