Sólo el zumbido sordo del vagón de metro y sus pensamientos fuera de control. Estuvo sentada en el borde de la cama durante horas, con la televisión en silencio, mirando fijamente a la nada. ¿A quién podía contárselo? ¿Alguien la creería?
Aquella noche no pudo conciliar el sueño. A la mañana siguiente, se miró al espejo y apenas se reconoció. Su cuerpo estaba más delgado. Sus ojos estaban hundidos. Pero algo en su mirada se había endurecido.