Le temblaban los dedos al desbloquear el teléfono. Tecleó: «¿Estás casada? ¿Estuviste casada todo el tiempo? ¿Cómo has podido hacerme esto? Pulsó enviar. Inmediatamente le siguió un segundo mensaje: «Te di parte de mi cuerpo.
Mi futuro. Desapareciste como si yo no fuera nada. ¿Qué demonios te pasa?» Enviar. Sin respuesta. Sólo su reflejo mirándola en el cristal. Pálida. Inestable. Traicionada. Se fue a casa en silencio. Sin música. Sin llamadas.