Al bajar del avión y entrar en la bulliciosa terminal, Kevin sintió una inesperada conexión con el niño. Sus intercambios silenciosos y garabateados habían convertido una situación potencialmente terrible en un momento de triunfo.
Reflexionando sobre la experiencia, Kevin se maravilló de cómo la incomodidad de su asiento le había permitido ver lo que otros podrían haberse perdido. Fue un poderoso recordatorio de las pequeñas formas en que los momentos ordinarios pueden convertirse en extraordinarios.