Su turno había sido emocionalmente exigente, pero también había reforzado su arraigado compromiso de ayudar a los necesitados. Mientras caminaba, sus pensamientos estaban ocupados con las experiencias del día y las personas que había encontrado en el refugio.
Cuando los ojos de Sophia se posaron en Joe, que yacía inmóvil en la acera, se le encogió el corazón. Su imagen, inmóvil y vulnerable, tocó su fibra sensible. A diferencia de los demás transeúntes, ella era plenamente consciente de la gravedad de su situación.