Nunca fui la favorita de mi padre-26 años después descubrí por qué

Miriam se quedó sin aliento. Así que Ruth no era una amante, ni otra hija. Era su madre. Le temblaban las manos al pasar la página, el papel crujía bajo sus dedos. La siguiente entrada sangraba más oscura, la tinta tallada con tanta fuerza que casi la rasgaba. Mamá dice que sólo quería lo mejor para mí. Pero lo que quería era obediencia.

Aplastaba cualquier opción antes de que pudiera respirar. Incluso ahora, cuando cierro los ojos, oigo su voz corrigiéndome, burlándose de mí. Salí de su casa, pero nunca escapé de sus garras. Miriam tragó saliva y siguió hojeando. Las entradas se hicieron más fragmentarias, cada una goteando resentimiento. Hace de su silencio un arma.