Y debajo de la pila de fotos, apoyado contra el fondo de la caja, había un diario encuadernado en cuero agrietado. A Miriam le temblaron los dedos al levantarlo. La cubierta estaba blanda por el uso, las páginas amarillentas y quebradizas. Cuando lo abrió, la caligrafía de su padre se extendía por las líneas, tan apretada que la tinta se había corrido en algunas partes.
Las palabras en la parte superior de la página hicieron que se le revolviera el estómago: Ella decide lo que voy a comer, lo que me voy a poner, cuándo puedo hablar. Drena todas las habitaciones en las que entra. Incluso siendo un hombre adulto, no puedo escapar a su voz. Mamá se ha metido en mí y no sé cómo vivir sin su sombra.
