Nunca fui la favorita de mi padre-26 años después descubrí por qué

La puerta se abrió con un gemido, liberando un aire que olía a polvo y a algo ligeramente medicinal, como una habitación conservada demasiado tiempo. La luz se filtraba por una pequeña ventana, captando las partículas que quedaban suspendidas en el aire. Las cajas se alineaban en el alero en pilas precisas, el tipo de orden cuidadoso que su padre siempre había mantenido.

Miriam se quedó en el umbral, con la mano en el pomo. El desván parecía inofensivo, sólo cartones, baúles, el desorden de una vida, pero se le oprimió el pecho como si estuviera entrando ilegalmente. No pudo evitar recordar la ferocidad con la que su padre había vigilado aquel espacio. La forma en que su voz se agudizaba cuando alguien rozaba la puerta.