La esperanza que había albergado durante décadas se hundió pesadamente en su pecho, sin resolver, pero aún no extinguida. Cuando falleció una semana después, fue Miriam quien le cogió la mano en sus últimos suspiros. Elise y Daniel no habían llegado a tiempo. Ella se quedó hasta que pararon las máquinas, hasta que llegaron las enfermeras.
E incluso entonces, a pesar de que el dolor la destrozaba, susurró en el silencio: «Sólo quería entender» El funeral fue rápido, una mancha de abrigos negros, flores pálidas y palabras que Miriam no entendía. El pastor habló del deber y la constancia, de un hombre que había mantenido a su familia y conservado su fe en silencio pero con firmeza.
