Pero los sueños son delicados. Y últimamente, los suyos habían comenzado a astillarse en los bordes. Las peleas que antes terminaban con una carcajada ahora flotaban en el aire durante días. Los desacuerdos persistían. A veces, parecía que ya no estaban en el mismo bando, y se dieron cuenta silenciosa y dolorosamente.
En el centro de todo había un niño. O más bien, la ausencia de uno. Julia siempre había querido una familia. No de forma desesperada, sino como quien quiere terminar un cuadro que hace tiempo que está esbozado. Ella veía un futuro lleno de pequeños pasos y canciones de cuna.