Se le cayó el estómago. Elena. Seis de la tarde. Avenida Bloomingdale. Esas eran las noches que decía que estaba haciendo recados. Nunca había mencionado ese nombre. Ni de pasada. Ni en contexto. En absoluto. Se le aceleró el pulso. El olor de su camisa. Las mentiras. Esto ya no era neutral.
Julia se quedó mirando la pantalla, parpadeando con fuerza, intentando contener las náuseas que le subían por la garganta. De repente, tenía las manos frías. Llevaba semanas dudando de sí misma, cuestionándose cada corazonada, cada instinto. Pero ahora, ahí estaba.