Sonaba amable. Incluso considerado. Pero Julia no podía evitar preguntarse si de lo que se trataba realmente era de ayudar… o de esconderse. Era como si tuviera algo que limpiar antes de que ella se acercara demasiado. Se había convertido en un ritual. Quitarse la ropa, empezar a lavarse, directo a la ducha.
Una noche, Connor llegó a casa más tarde de lo habitual, con aspecto agotado. «Lo siento, ha sido un día muy largo», murmuró mientras se dirigía al baño. Julia entró en el dormitorio y encontró su ropa tirada por el suelo, como si se la hubiera quitado con prisas al entrar.