El marido no explica el extraño olor de sus manos hasta que su mujer descubre el secreto

En apariencia, todo parecía normal. Connor llegaba a casa a horas razonables, charlaban durante la cena y las risas -aunque cada vez más escasas- seguían marcando sus conversaciones. Para el mundo exterior, se estaban curando. Pero dentro de su casa, una fractura silenciosa permanecía, estirándose invisiblemente bajo la superficie, esperando el siguiente punto de presión.

Julia no podía dejar de pensar que él había vuelto a fumar. Los olores a hierbas, el extraño momento, tenían que ser tapaderas. Sin embargo, sin pruebas, cada sospecha parecía una mina terrestre. Así que no dijo nada y prefirió observar. Esperar. Olfatear camisas cuando nadie miraba.