Prepararon manzanilla, brindando por la astucia del otro. «El abogado confirmará», dijo su tío, apilando papeles como fichas de póquer. Su tía añadió miel a su taza, saboreando la victoria. Fuera, Marco miraba a través de las persianas, con los dedos sobre las llaves. La casa permanecía en silencio, esperando sus tranquilas instrucciones.
Un suave timbre susurró a través del sensor de la despensa. Su tía se quedó inmóvil, con la taza en el aire. «Circuitos viejos», murmuró su tío, comprobando su teléfono. Sonó otra campanada. Frunció el ceño y pasó el pulgar por encima del despido. «Movimiento», decía la aplicación. «Falsa alarma», le dijo con firmeza, aunque sus propios hombros se pusieron rígidos bajo la camisa.