Un niño visita a diario la tumba de su madre, pero la sorprendente persona que conoce allí lo cambia todo

Se llamaba Dana y trabajaba en la misma empresa que el padre de Lucas. Decía que le ayudaba a «sobrellevarlo», que era una amiga, alguien que entendía lo que significaba seguir adelante. Lucas no estaba seguro de lo que eso significaba, pero asintió. Asintió mucho esos días. Al principio, ella era dulce.

Traía pequeñas cosas: pasteles, velas, incluso un juego de cojines que, según ella, «calentaban el lugar» Se reía con facilidad, tocaba el hombro de Lucas cuando hablaba con él, le decía que sus ojos le recordaban a los de su padre y una vez, mientras le alborotaba el pelo, añadió con una sonrisa: «Sabes, las pelirrojas siempre parecen destinadas a destacar» A Lucas no le importaba.