Un niño visita a diario la tumba de su madre, pero la sorprendente persona que conoce allí lo cambia todo

Se arrodilló y colocó las flores con cuidado, quitando un poco de suciedad del granito pulido. Las letras de la piedra empezaban a perder brillo, pero no las necesitaba para saber lo que decía. «Hola, mamá», susurró. Había pasado casi un año desde el accidente. Casi un año desde que la casa se volvió más silenciosa, más fría y más pequeña.

Lucas recordaba cada segundo de aquel día: la llamada telefónica, el silencio posterior, la forma en que la cara de su padre no cambió mucho cuando se lo contó. Como si alguien acabara de cancelar la cena, no de partir sus vidas en dos. El funeral había sido un borrón. Lucas llevaba un traje demasiado grande para él y estaba junto a su padre sin saber qué hacer. La gente lloraba.