A la tercera visita, empezó a cuestionarse su propia memoria. Quizá recordaba mal el desorden, lo había imaginado para sentirse útil cuidándolo. El dolor hacía que las cosas fueran más borrosas. Aun así, ese día, cuando ella misma limpió la tierra, sabía exactamente cómo la había dejado.
Dos días después, volvió con un plan. Hizo una foto con su teléfono: flores inclinadas hacia la izquierda, falta de un pétalo, tierra irregular. Reunir pruebas era una forma de afianzar sus sentidos. Se detuvo brevemente, tocando la piedra fría antes de alejarse, inquieta pero decidida a ver qué cambiaba.