Una noche de tormenta, el viento azotaba la calle mientras los truenos retumbaban sobre las colinas. Ellen captó un parpadeo de movimiento junto a la verja lateral. Una figura se deslizaba, pequeña contra la lluvia. Se le revolvió el estómago. Sin pensarlo, cogió las llaves y condujo hacia el cementerio, con los neumáticos atravesando los charcos.
La puerta crujió cuando la empujó para abrirla. Los relámpagos iluminaron las hileras de lápidas como pálidos centinelas. Delante, una figura solitaria se arrodillaba ante la tumba de Sam. Ellen se quedó helada, con el corazón latiéndole tan fuerte que pensó que podría delatarla. Los hombros de la persona temblaban, la lluvia se acumulaba en los pliegues de su abrigo.
