Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

Ellen no podía dejar de ver las imágenes. Cada vez, su atención se desviaba de las sombras a las manos y a la forma en que rozaban la tierra, ordenaban el juguete y se detenían como si susurraran algo. Los movimientos eran cuidadosamente precisos. Quienquiera que fuese, parecía acercarse a la tumba con ternura.

Se encontró memorizando aquellos gestos y deteniendo el vídeo varias veces. Podía tratarse de alguien a quien le importaba mucho. Sin embargo, en lugar de reconfortarla, se asustó. ¿Por qué aquel desconocido parecía llorar con más delicadeza que ella? ¿Y por qué lo sentía, de algún modo, como amor?