Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

Tras un largo silencio, suspiró. «Lo visité una vez», admitió. «Al año siguiente de perderlo. Le llevé flores. Quería decirle que sentía no haber estado a su lado lo suficiente. Pero me dolió demasiado. Nunca volví» Su voz se quebró ligeramente en la última palabra.

Ellen lo estudió en busca de engaño, pero sólo encontró cansancio. El hombre que tenía delante no era el frío desconocido que había salido del pasillo de un hospital tres años atrás. Parecía más pequeño, humilde. «Podrías habérmelo dicho», dijo. «No creí que quisieras saberlo o saber de mí», susurró él.