Tras una extraña visita, una madre en duelo instala una cámara en la tumba de su hijo

Ella respondió furiosamente, con los pulgares temblorosos. ¿Esperas que me lo crea? Un momento después llegó la respuesta: Ellen, cálmate. Ya ni siquiera vivo cerca. Su certeza la inquietó más de lo que lo hubiera hecho una negación. Puedo ir a verlo yo misma, añadió. Sabrás que no soy yo.

Ellen dudó durante horas antes de aceptar. No lo quería en su casa, pero algo en el tono firme, casi amable, la desarmaba. Tal vez enfrentarse a él en persona pondría fin a esta espiral de dudas. Envió una respuesta cortante: De acuerdo. Mañana a las cuatro.