«Gracias por decírmelo, Emma. Vuelve dentro antes de que tu madre empiece a preocuparse» Raymond vio a Emma bajar corriendo los escalones del porche y desaparecer entre la nieve, con su pequeña figura engullida por el blanco.
Cerró la puerta tras de sí y se apoyó en ella un momento, escuchando el aullido del viento entre los árboles del exterior. ¿Se movía algo bajo la nieve? No le gustaba cómo sonaba. Sin embargo, la curiosidad -mezclada con un viejo instinto de protección- le empujó a actuar.