Algo en ella… no parecía natural. Raymond se acercó, entrecerrando los ojos a través de la espesa cortina de nieve. El bulto junto a la valla seguía semienterrado, inmóvil pero de algún modo… presente. No sólo un objeto, sino algo con peso, con calor.
Cuanto más se acercaba, más podía distinguir: una cresta de pelo erizado, manchas de piel pálida debajo, la respiración entrecortada. Sus botas crujieron en la tierra y, de repente, el montículo se agitó. Raymond se detuvo en seco.