Alan llamó al gato Scout, un homenaje a su espíritu vigilante y al valor que había demostrado. Scout se instaló en la casa de Alan como si siempre hubiera pertenecido a ella, y su presencia llenó de calidez y compañía la casa hasta entonces vacía.
Alan y Scout se hicieron rápidamente inseparables. Alan sintió que se renovaba, que se abría un nuevo capítulo. La tormenta que antes le había parecido tan desalentadora, al final le había traído el mejor regalo: un amigo cariñoso y un compañero para él.
