Un hombre encuentra un gato a punto de congelarse, ¡pero lo que escondía bajo el vientre es increíble!

La oscuridad se apoderó de él. Cuando recobró el conocimiento, el mundo era demasiado blanco, demasiado brillante. Los monitores del hospital pitaban suavemente a su lado. Alan parpadeó, con la garganta seca, el dolor aún gritándole en la espalda. Una enfermera se inclinó hacia él con ojos amables. «Ya estás a salvo», le dijo. Alan apenas consiguió hablar. «El gato… los cachorros…» Se le quebró la voz.

«Están bien», dijo ella con dulzura. «Ha venido el veterinario. Están vivos y mejor» Alan exhaló un suspiro que no sabía que había estado conteniendo. Cerró los ojos y las lágrimas le resbalaron por las sienes. Los había salvado. De algún modo. Contra la tormenta, contra su propio cuerpo destrozado, los había salvado. Eso era lo único que importaba.