Rápidamente volvió a pensar en el pobre gato. Alan volvió al cobertizo, con la respiración entrecortada por el frío. El gato yacía desplomado en el suelo, con los ojos semicerrados y el cuerpo inmóvil; su anterior determinación había sido sustituida por el agotamiento más absoluto.
A Alan se le aceleró el pulso; estaba claro que el gato había dado todo lo que tenía para proteger a los cachorros y ahora estaba al borde del colapso. Se arrodilló junto al gato y sus manos temblaron al comprobar suavemente si presentaba signos de vida. La respiración del gato era superficial, su cuerpo débil y sin respuesta.
