Un hombre se encuentra con un animal congelado en medio de una tormenta de nieve: lea lo que ocurre a continuación

El Dr. Edwards no perdió ni un segundo. Tomó líquidos calientes y una jeringuilla y administró pequeñas dosis al conejo. Las mantas calefactoras se encendieron, ofreciendo un calor constante. Allan contuvo la respiración mientras los bigotes del conejo volvían a crisparse y su pequeño pecho subía y bajaba con un poco más de fuerza.

El Dr. Edwards le miró por fin, y el alivio suavizó sus facciones. «Ha sido un momento crítico», dijo en voz baja. «Una hora más podría haber sido demasiado tarde» Allan dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo el peso del cansancio calar en sus huesos. El conejo aún no estaba totalmente a salvo, pero al menos tenía una oportunidad de luchar.