Las aguas se tragaron su casa, pero con ellas flotó algo aterrador.

La serpiente seguía inmóvil en un rincón de la habitación, con el abdomen hinchado atrapado bajo las patas de la mesa. Cuando regresó el ejército, estaban preparados. Llevaban consigo un veterinario y un médico, preparados para cualquier situación a la que pudieran enfrentarse.

Cuando los soldados entraron en la casa, se acercaron con cuidado a la serpiente, que seguía atrapada, con su enorme cuerpo sin apenas moverse. El veterinario evaluó rápidamente la situación y decidió cuál era la mejor forma de actuar. Estaba claro que la serpiente necesitaba ayuda inmediata.