El alivio inundó a Tanner como una ola, sus rodillas casi se doblaron mientras dejaba escapar un aliento que no sabía que estaba conteniendo. Los ojos de Iqaluk volvieron a llenarse de lágrimas, pero esta vez eran lágrimas de alegría, de alivio abrumador. Lo habían conseguido. Iban a ser rescatados
Los dos hombres pasaron la noche acurrucados en el sótano, con el osezno polar acurrucado entre ellos para darse calor. Hablaron en voz baja, compartiendo historias, sus palabras un consuelo contra el frío que se filtraba a través de las paredes.