Unos pescadores se acercan a un iceberg para salvar a un animal varado, pero lo que descubren es mucho más aterrador

El silencio se prolongó, sólo roto por el crepitar de la estática de la radio, hasta que, finalmente, la expresión del hombre se derrumbó. Su rostro se retorció en una mezcla de alegría y tristeza, y cayó de rodillas, con lágrimas cayendo por sus mejillas sucias.

«Oh, gracias a Dios», ahogó el hombre entre sollozos, con la voz ronca y quebrada. «Creí que no volvería a ver a nadie» Miró a Tanner con una mezcla de sorpresa y gratitud. «He estado solo aquí durante tanto tiempo… Pensé que me estaba volviendo loco»