Con cuidado, Tanner empezó a bajar las escaleras, cada escalón crujiendo bajo sus pies. El corazón le latía en el pecho a cada paso. Pero la idea de una radio que funcionara, una línea de vida con el mundo exterior, le empujó hacia delante.
La estática se hizo más fuerte a medida que descendía y Tanner se dio cuenta de que procedía directamente de debajo de él. La escalera desembocaba en un sótano pequeño y poco iluminado, con paredes revestidas de equipos viejos y oxidados y estanterías repletas de suministros olvidados.