Daniel se acercó y negó con la cabeza. «Lo sé. Y nunca me lo perdonaré. Pero Claire, ahora he visto la verdad. Los chicos son míos. Y lo que es más importante, son nuestros. Y tú… siempre has sido mía también, incluso cuando no te merecía» La mano de él temblaba cuando buscó la suya.
Esta vez, ella no se apartó. Sus dedos se posaron en su palma, inseguros pero cálidos. «Me has hecho daño, Daniel», dijo en voz baja. «Pero puedo ver cuánto te arrepientes. No quiero perder lo que hemos construido. No después de todo por lo que hemos luchado» Las lágrimas brillaron en sus ojos.
