Una mujer vendió el anillo que le regaló su ex. Cuando el joyero lo vio, ¡no podía creer lo que veía!

Apoyó las manos temblorosas sobre la mesa, agarrando el borde para que dejaran de temblar tan violentamente. El corazón le latía con fuerza mientras el silencio la rodeaba. Sola en la sala, Kiara se sentía totalmente a la deriva. Las paredes parecían acercarse y el peso de lo desconocido la aplastaba. Se sentía como una niña perdida en un laberinto, cada giro la conducía más profundamente hacia la confusión y el miedo.

Al cabo de unos minutos angustiosos, la puerta de la sala de interrogatorios se abrió con un chirrido y entró un agente. Era un hombre de mediana edad, rostro severo y ojos penetrantes que parecían estudiar cada movimiento de Kiara. Se sentó frente a ella, con un expediente en la mano, y no perdió tiempo en ir al grano. «Hablemos del anillo», dijo sin rodeos.