Una mujer vendió el anillo que le regaló su ex. Cuando el joyero lo vio, ¡no podía creer lo que veía!

El trayecto hasta la estación se le hizo demasiado rápido e insoportablemente largo. Las lágrimas caían silenciosamente sobre su regazo mientras intentaba reconstruir la razón por la que se estaba desarrollando esta pesadilla. Cuando llegaron, el agente abrió la puerta y le hizo un gesto para que la siguiera. Kiara sentía las piernas de plomo y tropezó ligeramente al salir.

La comisaría estaba abarrotada, con agentes en los mostradores y voces que se entrecruzaban. Sintió el peso de todas las miradas mientras la escoltaban por el edificio. Le ardían las mejillas y aún tenía la cara llena de lágrimas. El agente la condujo a una pequeña sala de interrogatorios.