Una mujer graba en secreto a un niño adoptado que no era quien decía ser

Al principio, Esther se negó a ir. Apretó los labios y entrecerró los ojos con desconfianza. Pero cuando Verónica insistió en que se trataba de una visita rápida y rutinaria, Esther cedió a regañadientes. «No es para tanto», dijo Verónica con ligereza, aunque el corazón le latía con fuerza en el pecho.

En la consulta del médico, Veronica mantuvo la farsa, charlando despreocupadamente mientras la enfermera tomaba la altura y el peso de Esther. Esther permaneció sentada en silencio, con las piernas balanceándose en el borde de la camilla, la viva imagen de la inocencia, hasta que Veronica vio la oportunidad de hablar en privado con el médico.