Justo cuando llegaba a la puerta, un ruido metálico resonó en el cuarto de baño y la dejó paralizada. El corazón le dio un vuelco. Se acercó a la puerta ligeramente entreabierta, con cuidado de permanecer en silencio, con la respiración entrecortada mientras la curiosidad y el temor se retorcían en su interior.
Verónica esperaba encontrar a Esther disfrutando de algo inocente: tirando agua o acomodando botellas. Pero lo que vio le produjo una oleada de incredulidad. Allí, en el suelo del baño, Esther estaba desenvolviendo una caja de tampones.