Tom atravesó la barricada, empujando a los agentes. Su voz se quebró al gritar: «¡No disparen!» Agitó los brazos salvajemente, atrayendo todas las miradas. «Por favor, no está atacando, está buscando» La multitud rugió en señal de protesta, la policía se abalanzó para sujetarle, pero Tom se mantuvo firme, interponiéndose entre los rifles y el león.
El jefe gruñó por la radio: «¡Sáquenlo de ahí!» Pero los ojos de Tom no se apartaban de Sahara. Vio sus piernas temblorosas, la herida en su hombro, la desesperación en su mirada. «Quiere a su hermana», gritó. «Si la matas ahora, estarás matando el vínculo que la trajo de vuelta»
