Entonces un grito rompió la noche. Un cámara freelance se había acercado demasiado, desesperado por conseguir una toma. La cámara se le escapó de las manos y chocó contra el metal con un ruido sordo. Sahara se estremeció violentamente, con espasmos musculares. Giró y salió disparada hacia un estrecho carril que conducía al siguiente cruce. Tom maldijo la oportunidad perdida.
Esa misma noche, un helicóptero de noticias la encontró en una terraza cercana, cojeando y con la respiración agitada. La cámara la enfocó y transmitió su agotamiento a todo el mundo. Durante un fugaz segundo, millones de personas vieron a Sahara más como una prisionera que como una depredadora. Luego se alejó de un salto, desapareciendo de nuevo, dejando a la ciudad jadeante.
