La escalera crujió siniestramente bajo el peso del escalador. Samantha se clavó las uñas en las palmas de las manos mientras lo veía ascender, paso a paso, hasta llegar al tejado. Desapareció de su vista, asomándose al nido. Los segundos se hicieron eternos. Nadie se movió. Nadie se atrevió siquiera a susurrar.
Todos contuvieron la respiración mientras el joven se inclinaba aún más sobre el borde del cobertizo, escudriñando profundamente el nido. El huerto pareció enmudecer por completo, incluso la brisa se detuvo, a la espera. Samantha se clavó las uñas en las palmas de las manos mientras se preparaba para cualquier noticia que pudiera llegar.