Lukas se obsesionó con seguir a los perros durante el recreo. Todos los días se escapaba de clase para verlos rodear el árbol y ladrar sin parar. No entendía qué hacían ni por qué. No le importaba faltar a clase: sólo pensaba en ese misterio.
Lo que había empezado como curiosidad se convirtió en una necesidad urgente de descifrar el extraño ritual. Cada día, Lukas esperaba el recreo para escaparse al bosque. Los perros parecían más concentrados, más urgentes, pero su extraño comportamiento no tenía sentido. Estaba decidido a descubrir la verdad.