Su perro se adentró de repente en el bosque y lo que encontró a continuación le heló la sangre

Con los cazadores furtivos bajo custodia y el bosque de nuevo en calma, Wade volvió a casa cojeando junto a Milo. Aunque pronto volvería a enseñar ecuaciones, nunca olvidaría aquella noche. Sus sombras, terrores y alianzas inesperadas demostraron que, a veces, las pruebas más angustiosas de la vida revelan nuestras más profundas capacidades de empatía.

En las semanas siguientes, cada vez que los vecinos le llamaban valiente, Wade se limitaba a sonreír. «Estaba siguiendo a un amigo», decía, dándole una palmadita en la cabeza a Milo. Nunca aclaró si se refería al perro o al alce, pues el bosque guardaba ese secreto. Y en el silencio bajo los pinos, su misterio perduraba, tan eterno como las propias montañas.