En una cafetería de la esquina, preguntó a la camarera si conocía a alguna familia Blackwood en las cercanías. Ella negó con la cabeza, con el ceño fruncido como si buscara en su memoria. Un anciano que tomaba café en la mesa de al lado intervino, diciendo que el nombre le sonaba familiar pero antiguo, como algo de las historias de sus padres.
Ethan siguió buscando, se detuvo en la oficina de correos y luego en una ferretería. En todas las ocasiones recibió la misma respuesta: incertidumbre, un vago recuerdo o un cortés rechazo. El nombre quedaba al alcance de la mano, lo bastante cerca como para saborearlo, pero no para tocarlo.
