Cerca de la parte inferior de una página quebradiza, la mirada de Ethan se clavó en una columna descolorida que enumeraba los hogares a lo largo de la calle Riverside. La letra estaba borrosa, los números desiguales, pero una línea le llamó la atención: 25 Riverside. Sus dedos apretaron el llavero que llevaba en el bolsillo: la misma dirección, grabada en latón.
Junto al número había un apellido: Blackwood. Ethan lo copió cuidadosamente en su cuaderno, rodeándolo dos veces. La página no contenía nada más: ninguna mención de lo que había sido de la familia, ningún indicio de supervivencia o pérdida. Sólo un nombre, anclado a una dirección que ya no existía.
