Un perro cava un enorme agujero durante 11 horas seguidas y lo que descubre deja a todo el mundo en silencio

La fotografía que llevaba en el bolsillo parecía ahora más pesada. Los rostros de la pareja le sonreían desde el recuerdo, pero la dirección bajo la llave le arrastraba hacia el vacío. La sospecha le corroía: ¿se trataba de un error? O peor aún, ¿una broma cruel, dejada para despistar a quien pudiera tropezar con ella?

Se quedó en el borde de la calle, mirando la pendiente ininterrumpida. La confusión le acosaba a cada momento. Tenía la dirección, tenía la llave, pero no había ninguna casa, ninguna puerta, nada que coincidiera con lo que tenía en sus manos.