Guardando la llave y la fotografía medio rota de la pareja, Ethan se levantó, se ajustó la mochila y se dispuso a bajar la colina. La curiosidad le empujaba hacia delante, cada paso cargado de preguntas sin respuesta fácil. En algún lugar de esta ciudad -o de lo que quedaba de ella- se escondía la verdad.
Ethan siguió los caminos de la colina con la dirección dándole vueltas en la cabeza: 25 Riverside Street. Nunca se había fijado en un Riverside, pero tampoco había explorado mucho más allá del campus y de su habitación alquilada. Las calles eran estrechas y desiguales, algunas se desvanecían en caminos de tierra que parecían olvidados por el tiempo.
