Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

No parecía el villano de las pesadillas paternas. Parecía respetable, en todo caso. Su forma de comportarse, de abrirle la puerta del coche… era el comportamiento de alguien acostumbrado a aparentar seguridad. Si esto era una pose, ¡era peor!

Esa noche no nos enfrentamos a ella. En lugar de eso, nos sentamos frente a frente en la cocina, con los cuencos de sopa enfriándose entre nosotros y las palabras no dichas arremolinándose como vapor. Cada tintineo de la cuchara era una acusación. Cada silencio gritaba más fuerte que las palabras. La estábamos perdiendo.