Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

Esperamos a que volviera aquella noche, con los nervios tensos como alambres. La cara de Nora brillaba con una secreta satisfacción. Cuando le pregunté con quién había estado, esbozó el tipo de sonrisa que sólo los adolescentes aprenden a perfeccionar, suave pero ilegible. «No lo entenderías, mamá», dijo en voz baja.

Al principio quise reírme. Un compañero de estudios, quizá. Un mentor. Pero Martin no se tragaba la teoría. Se paseaba por la cocina, murmurando sobre límites, propiedad y depredadores. Intenté hacerle callar, pero el nudo que tenía en el estómago me dio la razón. Diecinueve años aún era muy joven